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China como una Superpotencia



La China comunista no es creíble como superpotencia. Nunca en la historia ningún país ha alcanzado esta condición en menos de 30 años, y es precisamente este vertiginoso crecimiento el origen de la crisis económica y los problemas que vivimos actualmente.



En 30 años, los Yankees de Boston, Nueva York y Wall Street han lanzado una inmensa cantidad de dinero fiduciario (Fiat Money) en la China comunista, y por extensión en toda Asia con la esperanza de convertirlos rápidamente en una superpotencia, pero el desarrollo de poder y influencia mundiales no ocurren tan rápido, ya que se necesita mucho tiempo para establecer nuevas relaciones a través de las cuales los países se convierten en el centro del poder, y desarrollan una civilización con sus propias características.


Este no es exactamente el caso de la China comunista, que es más una variación del colonialismo y el imperialismo yanqui de Boston, Nueva York y Wall Street que realmente un centro de su propio poder o algo que podríamos llamar de surgimiento de una nueva superpotencia.


En solo 30 años, la China comunista de orígenes muy pobres y modestos obviamente no ha desarrollado un personal calificado que requiera una superpotencia para administrar sus procesos avanzados, tales como industrias, comercio, finanzas y otras relaciones culturales e históricas sofisticadas que requieren una masa crítica intelectual que no tiene el régimen comunista chino, salvo estas relaciones brutales y crueles a las que están sometidos el Tíbet y los países turcomanos de Asia Central, lo que demuestra lo poco preparados que están para establecer sofisticadas relaciones de poder, a menos que muestren una cara fea sin provocar ningún convencimiento.



Lo que más irrita de esta farsa que se ha convertido en este mito de una China comunista de admirable soberbia como superpotencia, es el hecho de que se trataba de una narrativa desarrollada por los yanquis en un intento de crear una especie de sub imperialismo, donde ellos entran con su mano de obra especializada, y la China comunista con la fea cara de un perro al acecho de vender e imponer sus baratijas industriales de forma forzada a través de una estrategia políticamente correcta.


Los neoliberales yanquis son la principal fuente del manejo de esta subespecie del sub imperialismo chino, ya que de ninguna otra manera un país pobre y comunista podría jamás en menos de 30 años construir Universidades o un centro de investigación creíble con personas calificadas necesarias para poder administrar una superpotencia.

Os líderes comunistas chinos son figuras políticas burdas, y sus errores están en todas partes, no solo en el Tíbet o Asia Central, sino también en ausencia de un tejido cultural propio que ofrezca a cualquiera la opción de alianzas, a menos que sean impuestas por una élite comunista china tremendamente insegura de si realmente son una superpotencia.



Nadie es reconocido apresuradamente como superpotencia debido a un súbito y vertiginoso crecimiento económico, sino poco a poco, mediante un lento reconocimiento de sus méritos económicos y culturales, y no por una mala fama de brutal tiranía comunista, reflejada en suntuosos desfiles y marchas militares como bien coreografiados soldaditos de plomo.


La formación del poder mundial no se realiza mediante coreografías militares, sino mediante a un proceso de seducción, aunque sea imperialista. No hay debate sobre si esto es bueno o malo, sino si es eficiente o no en su proceso de convencer. Ningún tipo de imperialismo es en última instancia beneficioso.


Ahora bien, genocidios culturales como el del Tíbet, a través de campañas políticas masivas de encarcelamiento, incapaces de dialogar y reconocer límites de ningún tipo, pero imponer sus puntos de vista a gritos o marchas militares no es una acción convincente.


Lo que la China comunista hace actualmente con sus vecinos es un presagio de lo que hará si aumenta su poder en el mundo. Está claro para todos que el liderazgo comunista chino de hoy sufre un resentimiento atroz por lo que los anglosajones les hicieron en el siglo XIX, y que están ávidos de venganza y represalias contra cualquiera, y este crecimiento vertiginoso sigue siendo estimulante para este tipo de comportamiento pasivo-agresivo y hostil de forma latente y que se revelan cuando se contradicen. Estos no son instrumentos mediante los cuales los países se convierten en un centro de poder de facto en el mundo, sino una caricatura amenazadora impuesta por los yanquis neoliberales en Boston y Nueva York.



Para todos está claro que la principal característica de la sociedad comunista china de hoy es la ira contenida a punto de estallar y saldar cuentas a la menor provocación, y esto puede provenir del Tíbet o de los países turcomanos de Asia Central. Luego entonces muestran toda su fea cara de perro guardián de los yanquis neoliberales.



Es claro para todos que estos líderes comunistas chinos están enojados, son totalitarios y cuando usan ciertos lemas diplomáticos como el respeto mutuo o la aceptación, no son convincentes suficientes por sus acciones en otras situaciones anteriores donde el uso del diálogo sería una demostración de habilidad política, pero que nunca se usó.


Los líderes comunistas chinos se ven fácilmente amenazados al hacer del juego político una farsa en la que pretenden controlarse y mostrar un rostro amistoso y diplomático, pero esperando la oportunidad de atacar y tomar represalias.


El caso del Tíbet y los países de Asia Central muestran este carácter intolerante de la dirección comunista china, ya que no están dispuestos a escuchar sino a imponer, y cuando son cuestionados sin medida, estallan en una violencia desenfrenada, como en el caso de los pueblos turcos manos, cuando toda una población fueron encarcelados, y un país e una cultura desmantelados mediante el traslado masivo de población étnica china con el objetivo depredador de ocupar territorio e imponer su cultura a través de la colonización forzada.



Esto demuestra que no tienen capacidad para desempeñar ningún papel como superpotencia, a pesar de que su PIB ha alcanzado momentáneamente el mismo nivel que el de Estados Unidos.


La culpa de esta farsa es sin duda los yanquis neoliberales de Boston, Nueva York y Wall Street, capaces de proporcionar personal calificado para desarrollar los procesos financieros e industriales necesarios en la China comunista de hoy, pero no de cambiar sus típicos hábitos dictatoriales y vicios de orígenes de un típico país del tercero mundo. En cierto modo, incluso con un PIB igual al de los estadounidenses, siguen siendo tan pobres como antes. Después de todo, ningún país se convierte en superpotencia en solo 30 años.



Estados Unidos, a pesar de su imperialismo brutal, ha pasado los últimos 150 años desarrollando estrategias para "convencer" a la gente de sus méritos culturales, ejerciendo un imperialismo más sutil, a través de una fuerza laboral mucho mejor capacitada como la producida en la Universidad de Harvard que debemos reconocer, jugar mucho mejor en este papel de buenos imperialistas que sus nuevos socios y aliados comunistas chinos. Esto demuestra el tiempo que lleva aprender a convertirse en una superpotencia.


Desde este punto de vista, el crecimiento económico de la China comunista es solo virtuoso, no calificado para ser el de una superpotencia, pero que tiene solo características temporales o transitorias. La China comunista no ha entrenado en menos de 30 años a personas calificadas para las sutilezas del juego de poder del siglo XXI, sino para la brutalidad y la ignorancia típicas de la geopolítica británica de las cañoneras del siglo XIX.


La culpa, repito, es de la élite neoliberal yanqui de Boston, Nueva York y Wall Street, que parecen tener prisa por imponer a la China comunista como superpotencia, aunque a costa del aparente declive de su imperio yanqui.

Lo que este tipo de yanqui no entiende es que el proceso de sustitución de una nación por otra en el escenario del juego del poder mundial, no cambia de una democracia representativa basada en la democracia en América de Tocqueville considerada de méritos, hacia una dictadura comunista china sin ningún mérito.


¿Por qué alguien estaría interesado en aliarse con una brutal dictadura china en la que incluso el hecho de que sean realmente comunistas es cuestionable? Esto demuestra el aspecto farsante de China de ser tanto comunista como de ser una superpotencia.


Estas cuestiones morales y éticas marcan la diferencia, tanto como para los Estados Unidos, que se percibe notoriamente como una potencia en declive, no exactamente por razones económicas, sino por qué esos valores convincentes de las maravillas de la democracia en América de Tocqueville se cambiaron por un faro civilizador, que para ellos se convirtió en la China comunista.


Este proceso generó una avalancha de contradicciones morales y éticas que resultaron en este inexorable declive y abatimiento moral, ya que quedó claro para todos que los estadounidenses abandonaron sus propios méritos por los méritos de sus antiguos enemigos, ahora sus aliados, los comunistas chinos.



Son estas cuestiones de orden político, moral y ético las que contribuyen al ascenso y caída de civilizaciones y superpotencias en la escena política mundial, y no solo al crecimiento económico virtuoso como es el caso de la China comunista.


La conclusión es que el desarrollo económico de China no es creíble ni como comunista ni como superpotencia, así como tampoco son creíbles las mismas estrategias de los Yankees de Boston, Nueva York y Wall Street de imponernos esta idea de que hay una nueva superpotencia Comunista chino a través de la campaña mediática masiva del New York Times, Wall Street Journal, Financial Times y CNN-CIA, y aquí en Brasil a través del complejo periodístico Estadão-Folha-Globo.


Por profesor Ricardo Gomes Rodrigues


São Carlos, SP, Brasil


15 de marzo de 2021


 
 
 

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